Carlos Cano escribió una habanera
en la que dice que nació en Nueva York
provincia de Granada. Yo también nací en Nueva York, Queens un barrio de
Montilla. Vivo en la ciudad de los rascacielos desde hace más de 20 años, muy cerquita del
Aeropuerto JFK. Amo Nueva York tanto como amo Montilla a Córdoba, Andalucía y
a España.
Y la verdad es que me alegra las buenas noticias que me llegan a
través de familiares sobre la
recuperación de la ilusión por lo que
parece ser la inminente recuperación económica de las familias y la clase trabajadora, hablando en
montillano “que va a haber menos paro y se van a pagar un poquito mejor los
trabajos” A la misma vez que me llega esta información cotejo lo que aquí se
percibe entre los españolitos en la city financiera y mi incredulidad y
desesperación aumenta según pregunto y me informo. La incertidumbre aumenta
cuando a la vez que el presidente del gobierno el señor Mariano Rajoy anuncia a
bombo y platillo las primeras navidades de la recuperación un conocido mío
periodista del país Guillen Martínez publica un interesante artículo de opinión que
retrata con exactitud mi percepción de la realidad que se percibe de la
economía española en Estados Unidos. Me
gustaría compartir con vosotros este artículo y escribir sobre ello en las próximas
entregas de mi sección desde Nueva York
. Un saludo afectuoso a El Escaparate de Montilla por brindarme la posibilidad
de escribir y tener contacto con mi pueblo al que tanto quiero y al que a veces
añoro y hecho en falta.
Artículo Guillen Martínez
publicado en El País Edición Digital
Conversación
me-quedo-de-pasta-de-boniato con un periodista de New York. Sinopsis: las o entidades
financieras de New York carecen de información sobre España. La que les
facilita los medios españoles, literalmente, glups, no les sirve. La perciben
como literatura. Y no pueden tomar decisiones no literarias a través de ella.
Por lo que han empezado a buscar otros medios de información. Pagan informes de
encargo, que les explican lo que aquí se cuece y lo que aquí no se cuece. Es
decir, información. Es decir, preguntas y respuestas que por aquí abajo no se
formulan y que, por lo visto, uno se hace en New York en el trance de jugarse
la pasta de una vieja de Iowa.
Exemplum de posibles preguntas que se hace un ejecutivo
de inversiones en los USA: ¿El Régimen del 78 es estable o tiene los días
contados? ¿El recambio supondrá ruptura o continuidad? ¿La crisis democrática
en el Sur de Europa, la continuidad, puede finalizar en conflicto social? ¿Cuál
es el límite de las contra-reformas democráticas y qué márgenes dejarán al
consumo y al pago de deuda? ¿Cuáles son los datos reales, que no los oficiales
—o, lo dicho, literarios—, de la economía española?
¿El euro
es un futurible en el Sur? ¿La cosa indepe es palique/literatura, o tiene alguna
voluntad política? ¿Qué es Podemos? ¿Puede llegar a gobernar? ¿Eso supone un
riesgo efectivo de impago de deuda o, tranquis, estamos ante otro PSOE de los
70's? ¿Cuál es el margen real de la política en un Estado deslocalizado
políticamente en la UE? ¿Ese margen da para una ruptura y un cambio económico?
¿La Playmate de
mayo está operada?
Sí, son
preguntas turbadoras. Y, salvo la última —sí; la operó un ebanista psicópata—,
en verdad resulta difícil intuir sus respuestas a través de los medios patrios.
No sé. Humm. Les paso dos metáforas salchicheras que ilustran el caso de la
cosa. Metáfora A): del titular “Órdago nacionalista de Mas”, tan repetido en
diversas series, ¿qué palabros son, no ya pertinentes, sino comprensibles
internacionalmente? ¿Qué diablos es un órdago en un mundo que ignora
—sabiamente, por otra parte— lo que es el tute, ese juego de catetos? ¿Qué es
nacionalismo en un Estado vertebrado por uno de los nacionalismos más
asombrosos de Europa, y tal vez uno de los menos descritos? ¿Quién diablos es
Mas? ¿Es ese hombre no problemático con quien entidades financieras
internacionales están haciendo el agosto con la venta de estructuras de Estado,
o es un peligroso rupturista que crea estructuras de Estado como un poseso?
Metáfora
B): ¿Para qué sirve / de qué informó la entrevista a Pablo Iglesias en TVE? Me
temo que sólo de la incapacidad para la entrevista del entrevistador y de sus
tertulianos, consagrados a informar al entrevistado sobre sus errores, así como
a conminarle al arrepentimiento y a la reevangelización. Preguntar, en fin, al
líder de un gran partido, que no ha podido ser descrito en los medios desde que
asomó el hocico, “¿es usted comunista?”, no informa de nada salvo de que no
estamos ante un producto informativo. Y haría reír —en New York—, si no hiciera
llorar —aquí; de miedo, mamá—.
Si bien en
los últimos 35 años la función de los medios locales no ha sido tanto crear
información como seleccionarla, interpretarla y —como cualquier otro producto
cultural— crear cohesión, la sensación, para un banquero de New York y para
aquí un charnego de barrio, es que ahora el fenómeno se ha pasado cuatro
pueblos. Es decir, la información vertida no es válida, no explica amplias
parcelas de la realidad, en las que ya no opera la cohesión, sino cambios
profundos y por describir, y un desinterés absoluto por mitos ya extraños y que
tienden a confirmar la pertinencia de las políticas y agendas del Estado o del
Estadillo —la Generalitat no es una ONG, en fin, y tiene medios donde practicar
también toda esta verticalidad informativa, incompresible en New York—.
De hecho,
ese es el gran fenómeno informativo y cultural local que, supongo, causa el
asombro en New York: el Estado es la gran fuente informativa. Incluso ahora,
con un Estado y un Estadillo incapaz de dar datos fiables. Cualquier dato
estadístico ofrecido por una institución tiende a ser hipotético, cualquier
dato sobre cuentas suizas de políticos facilitado por el Estado carece de
falibilidad, la realidad parece que no acompaña sus énfasis —parece ser que
Barcelona no está rodeada por una feroz guerrilla anarquista, como propuso a la
Audiencia la Conselleria de Interior— y, broche final, los discursos políticos
que emiten no se parecen ni coinciden con sus políticas, ya sean esas políticas
la recuperación, o el Procés de las narices —creo que, nominalmente, no hay
otras políticas en marcha—.
Vamos, no
existe control sobre lo que se dice y, mucho menos aún, sobre lo que en verdad
se hace. Algo dramático cuando lo que se hace es un nuevo sistema político y
unas nuevas bases económicas. Muy duras. Y seriamente contestadas.
El
descrédito político del Régimen es, por razones culturales, también un
descrédito informativo de proporciones —literalmente— de la Bolsa de New York.
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